José Amengual tiene una historia apasionante. Tocado por la desgracia desde muy niño, solo su tremenda fuerza de voluntad le ha llevado a ser uno de los contadíÂsimos mallorquines que, como en el caso de Guillermo Timoner y Juan Gomis, puede poner junto a su nombre unas palabras mágicas: campeón del mundo. De familia muy humilde, José fue el mayor de los cuatro hijos habidos en el matrimonio de José Amengual Vidal y Margarita Domingo Hernández, nacida en Palma aunque de padre granadino.
Para José Amengual recordar la infancia es como revivir una pesadilla. Fue una infancia penosa por culpa de un error médico que le dejaríÂa cojo para toda la vida. TeníÂa entonces seis años y se frustró la ilusión de jugar al fútbol como hacíÂa su padre, que jugaba como medio volante en Primera Regional con el Soledad. Porque Amengual habíÂa nacido en el barrio de La Soledad, aunque muy pronto la familia se mudó a El Molinar.
-Jugando una caida me produjo un fuerte dolor en una pierna. Me miraron y me encontraron un tumor en la cadera izquierda. El médico dijo que era un tumor blanco, o sea, benigno. Total, que creyeron que una posibilidad de curarme era escayolándome hasta la cintura y así lo hicieron. Estuve escayolado seis meses, pero no mejoraba. Todo lo contrario, empeoraba, hasta que un díÂa mi padre, que teníÂa el genio corto, se enfadó, cogió unas tijeras, me quitó la escayola y me llevó a otro médico, que quedó tan horrorizado que ordenó que me operaran. Pero estaba tan flaco que tuvieron que engordarme antes de pasar por el quirófano. A raiz de esta operación me quedé casi inútil de la pierna izquierda, con muchas dificultades para andar.
En aquél quirófano, con aquella barbaridad palmaria de escayolar para hacer frente a un tumor, "moríÂa" José Amengual como un hombre capaz de moverse con la misma soltura que los demás y nacíÂa el José Amengual pez. NacíÂa el pez humano. Capaz de nadar con la elegancia de un escualo y pensando en el agua con la calculada frialdad del que sabe que está en su mejor ambiente.
-Fui mucho tiempo con muletas. Todos los juegos con los demás niños -fútbol, carreras, saltos etc.-- se habíÂan acabado para míÂ. Lo que mas me conveníÂa era nadar y como ya vivíÂamos en El Molinar, a veinte metros del mar, dentro del agua me encontraba bien. Nadando era otra cosa, teníÂa la afición que me deslizaba con facilidad. Luego mi padre me compró unas gafas y unos patos y yo me construí un arco y unas flechas para ver si cazaba algún pez. Era un indio en el mar. Me sentíÂa feliz.
Para el padre el mar era una ayuda, no una solución. TeníÂa una pequeña barca desde donde pescaba algunas sepias para ganarse unas pesetillas extra. Además era totalmente contrario a la pesca submarina. Lo que queríÂa era que su hijo mayor José, y sus otros hijos, Margarita, Antonio y Cecilia, estudiaran para luego encontrar trabajo en alguna oficina. Pero José Amengual valíÂa poco para los estudios. Lo suyo era el mar y las cosas de la mar.
-Cerca de mi casa habíÂa una fábrica de artíÂculos de pesca, Casa Beltrán, y yo pronto me las ingenié para entrar a trabajar allíÂ. Pronto fui el montador de todas las escopetas de aire comprimido. Allí veníÂan pescadores de aquella época como Mariano Bonet, Bernardo Martí y MartíÂn Pons que me contaban aventuras que incrementaron mi afición por aquel deporte.
Tres años trabajó Pepe Amengual montando escopetas de aire comprimido en Casa Beltrán. Pero su padre, que además de tener el genio corto era tozudo, queríÂa colocarlo en su empresa:
-Mi padre trabajaba en GESA y no estuvo contento hasta que me colocó allíÂ. DecíÂa que al ser una empresa del estado el pan estaba asegurado para toda la vida. Pero no fue fácil entrar, ya que tuve que estudiar MaestríÂa Industrial, lo que me resultó bastante complicado. TeníÂa entonces dieciséis años y no me habíÂa movido nunca de El Molinar. VeíÂa Palma de lejos, casi siempre desde el mar, pero ni siquiera habíÂa estado en ella a pesar de la proximidad. TeníÂa un enorme complejo de inferioridad.
José Amengual empezó a trabajar en GESA en 1961 y permaneció en la empresa por espacio de nueve años. Era bobinador y ganaba tres mil pesetas al mes. En GESA hizo amistad con otro amante de la pesca submarina, Miguel Borrás, que teníÂa una moto "Guzzi", lo que les permitió explorar otros fondos de la costa mallorquina. Hasta que un díÂa leyeron en un periódico que se disputaban campeonatos de Caza Submarina y se afiliaron al C.I.A.S.
-En 1963 participé como juvenil en mi primer campeonato de Baleares y quedé campeón. A medida que iba destacando en la Caza Submarina comenzaron a llegar algunos patrocinadores y ello me decidió a dejar GESA. A partir de ahíÂ, con mucho tiempo para entrenar, lo empecé a ganar todo, incluido el Mundial de 1973.
José Amengual, en efecto, lo ha ganado absolutamente todo en la Caza Submarina, la actividad que le ha convertido en una auténtica leyenda para los aficionados de todo el mundo. Ha sido el campeoníÂsimo por excelencia en un deporte tan marcadamente amateur que lo único que le han dado ha sido un trofeo y las gracias.
-Lo mas importante para mí son los tres campeonatos del mundo que he ganado. El de 1973, porque fue el primero y eso siempre produce una emoción especial; el de 1981 porque lo conquisté en Brasil en unas aguas que no conocíÂa y el de 1985, el tíÂtulo mas entrañable para míÂ, porque fui campeón del mundo en aguas de Muro, delante de nuestra gente.
José Amengual conocíÂa la zona de Can Picafort, donde se celebró el Mundial de Muro de Caza Submarina en 1985 por iniciativa de Juan Ballester Moragues, como quien conoce el salón de su casa. Palmo a palmo, agujero por agujero en el fondo de unas aguas que ha explorado años y años con un tesón envidiable. Y con seguridad, según confiesa:
-Siempre he sido prudente y nunca he pasado apuros bajo el agua. Ni siquiera en el Mundial de Cuba, con el mar infestado de tiburones, que no podíÂas coger porque no puntuaban para el campeonato. Uno se me acercó mas de lo necesario y por curiosidad le pegué un tiro entre los ojos y le maté. Pesó ciento nueve kilos. En Mallorca, en los muchos años que llevo practicando la Caza Submarina he visto tres tiburones y además el mismo díÂa. Yno en Cabrera y dos en la Cala de San Vicente, pero pasaron absolutamente de mi. Ellos llevaban un rumbo y ni siquiera se inmutaron. Para mí que se habíÂan extraviado.
Amengual, dentro de su modestia, se siente satisfecho de la actividad elegida para realizarse como persona.
-Soy consciente de que escogí un deporte muy minoritario, pero acorde a mis condiciones fíÂsicas derivadas de una enfermedad de niño. La verdad es que no se me ocurre pensar que otro deporte habríÂa podido practicar para sentirme realizado. Además me siento bien pagado por los amigos que he hecho y porque en El Molinar me lo han reconocido poniendo mi nombre a una calle, lo que me llena de legíÂtimo orgullo.
autor: Miguel Vidal (http://dacorsub.jimdo.com)
Para José Amengual recordar la infancia es como revivir una pesadilla. Fue una infancia penosa por culpa de un error médico que le dejaríÂa cojo para toda la vida. TeníÂa entonces seis años y se frustró la ilusión de jugar al fútbol como hacíÂa su padre, que jugaba como medio volante en Primera Regional con el Soledad. Porque Amengual habíÂa nacido en el barrio de La Soledad, aunque muy pronto la familia se mudó a El Molinar.
-Jugando una caida me produjo un fuerte dolor en una pierna. Me miraron y me encontraron un tumor en la cadera izquierda. El médico dijo que era un tumor blanco, o sea, benigno. Total, que creyeron que una posibilidad de curarme era escayolándome hasta la cintura y así lo hicieron. Estuve escayolado seis meses, pero no mejoraba. Todo lo contrario, empeoraba, hasta que un díÂa mi padre, que teníÂa el genio corto, se enfadó, cogió unas tijeras, me quitó la escayola y me llevó a otro médico, que quedó tan horrorizado que ordenó que me operaran. Pero estaba tan flaco que tuvieron que engordarme antes de pasar por el quirófano. A raiz de esta operación me quedé casi inútil de la pierna izquierda, con muchas dificultades para andar.
En aquél quirófano, con aquella barbaridad palmaria de escayolar para hacer frente a un tumor, "moríÂa" José Amengual como un hombre capaz de moverse con la misma soltura que los demás y nacíÂa el José Amengual pez. NacíÂa el pez humano. Capaz de nadar con la elegancia de un escualo y pensando en el agua con la calculada frialdad del que sabe que está en su mejor ambiente.
-Fui mucho tiempo con muletas. Todos los juegos con los demás niños -fútbol, carreras, saltos etc.-- se habíÂan acabado para míÂ. Lo que mas me conveníÂa era nadar y como ya vivíÂamos en El Molinar, a veinte metros del mar, dentro del agua me encontraba bien. Nadando era otra cosa, teníÂa la afición que me deslizaba con facilidad. Luego mi padre me compró unas gafas y unos patos y yo me construí un arco y unas flechas para ver si cazaba algún pez. Era un indio en el mar. Me sentíÂa feliz.
Para el padre el mar era una ayuda, no una solución. TeníÂa una pequeña barca desde donde pescaba algunas sepias para ganarse unas pesetillas extra. Además era totalmente contrario a la pesca submarina. Lo que queríÂa era que su hijo mayor José, y sus otros hijos, Margarita, Antonio y Cecilia, estudiaran para luego encontrar trabajo en alguna oficina. Pero José Amengual valíÂa poco para los estudios. Lo suyo era el mar y las cosas de la mar.
-Cerca de mi casa habíÂa una fábrica de artíÂculos de pesca, Casa Beltrán, y yo pronto me las ingenié para entrar a trabajar allíÂ. Pronto fui el montador de todas las escopetas de aire comprimido. Allí veníÂan pescadores de aquella época como Mariano Bonet, Bernardo Martí y MartíÂn Pons que me contaban aventuras que incrementaron mi afición por aquel deporte.
Tres años trabajó Pepe Amengual montando escopetas de aire comprimido en Casa Beltrán. Pero su padre, que además de tener el genio corto era tozudo, queríÂa colocarlo en su empresa:
-Mi padre trabajaba en GESA y no estuvo contento hasta que me colocó allíÂ. DecíÂa que al ser una empresa del estado el pan estaba asegurado para toda la vida. Pero no fue fácil entrar, ya que tuve que estudiar MaestríÂa Industrial, lo que me resultó bastante complicado. TeníÂa entonces dieciséis años y no me habíÂa movido nunca de El Molinar. VeíÂa Palma de lejos, casi siempre desde el mar, pero ni siquiera habíÂa estado en ella a pesar de la proximidad. TeníÂa un enorme complejo de inferioridad.
José Amengual empezó a trabajar en GESA en 1961 y permaneció en la empresa por espacio de nueve años. Era bobinador y ganaba tres mil pesetas al mes. En GESA hizo amistad con otro amante de la pesca submarina, Miguel Borrás, que teníÂa una moto "Guzzi", lo que les permitió explorar otros fondos de la costa mallorquina. Hasta que un díÂa leyeron en un periódico que se disputaban campeonatos de Caza Submarina y se afiliaron al C.I.A.S.
-En 1963 participé como juvenil en mi primer campeonato de Baleares y quedé campeón. A medida que iba destacando en la Caza Submarina comenzaron a llegar algunos patrocinadores y ello me decidió a dejar GESA. A partir de ahíÂ, con mucho tiempo para entrenar, lo empecé a ganar todo, incluido el Mundial de 1973.
José Amengual, en efecto, lo ha ganado absolutamente todo en la Caza Submarina, la actividad que le ha convertido en una auténtica leyenda para los aficionados de todo el mundo. Ha sido el campeoníÂsimo por excelencia en un deporte tan marcadamente amateur que lo único que le han dado ha sido un trofeo y las gracias.
-Lo mas importante para mí son los tres campeonatos del mundo que he ganado. El de 1973, porque fue el primero y eso siempre produce una emoción especial; el de 1981 porque lo conquisté en Brasil en unas aguas que no conocíÂa y el de 1985, el tíÂtulo mas entrañable para míÂ, porque fui campeón del mundo en aguas de Muro, delante de nuestra gente.
José Amengual conocíÂa la zona de Can Picafort, donde se celebró el Mundial de Muro de Caza Submarina en 1985 por iniciativa de Juan Ballester Moragues, como quien conoce el salón de su casa. Palmo a palmo, agujero por agujero en el fondo de unas aguas que ha explorado años y años con un tesón envidiable. Y con seguridad, según confiesa:
-Siempre he sido prudente y nunca he pasado apuros bajo el agua. Ni siquiera en el Mundial de Cuba, con el mar infestado de tiburones, que no podíÂas coger porque no puntuaban para el campeonato. Uno se me acercó mas de lo necesario y por curiosidad le pegué un tiro entre los ojos y le maté. Pesó ciento nueve kilos. En Mallorca, en los muchos años que llevo practicando la Caza Submarina he visto tres tiburones y además el mismo díÂa. Yno en Cabrera y dos en la Cala de San Vicente, pero pasaron absolutamente de mi. Ellos llevaban un rumbo y ni siquiera se inmutaron. Para mí que se habíÂan extraviado.
Amengual, dentro de su modestia, se siente satisfecho de la actividad elegida para realizarse como persona.
-Soy consciente de que escogí un deporte muy minoritario, pero acorde a mis condiciones fíÂsicas derivadas de una enfermedad de niño. La verdad es que no se me ocurre pensar que otro deporte habríÂa podido practicar para sentirme realizado. Además me siento bien pagado por los amigos que he hecho y porque en El Molinar me lo han reconocido poniendo mi nombre a una calle, lo que me llena de legíÂtimo orgullo.
autor: Miguel Vidal (http://dacorsub.jimdo.com)