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APNEA: NOCIONES BASICAS.-

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APNEA: NOCIONES BASICAS.-

Notapor Riisss » 19 Feb 2010, 11:39

¿Qué es la apnea?
Dejando a un lado las manifestaciones patológicas (i.e., apnea del sueño), podemos definir apnea como la suspensión voluntaria de la respiración. Por extensión, se denomina apnea, o más exactamente buceo en apnea (free diving en inglés), a la inmersión sin un sistema de aporte de aire que permita la respiración bajo el agua. El metabolismo de nuestro cuerpo, esto es, el conjunto de las reacciones bioquí­micas que nos permiten vivir, continúa durante el periodo que dura la apnea. Esto quiere decir que, cuando detenemos la respiración, las células de los tejidos del cuerpo siguen quemando oxí­geno (O2) y produciendo anhí­drido carbónico (CO2).

Estableciendo una analogí­a simple podrí­amos considerar nuestro cuerpo como un motor de explosión que funciona gracias al combustible ( los carbohidratos) y al oxí­geno, que a consecuencia de su funcionamiento, emite CO2 como gas de desecho. Hacer que una persona permanezca en apnea es, en cierto modo, como poner a funcionar el motor bajo una campana de vidrio herméticamente cerrada: tarde o temprano es necesario abrir la campana si no se quiere que el motor se detenga por la excesiva acumulación de gases de desecho y por la falta del oxí­geno necesario para la combustión. Ahora bien, por lo que se refiere al cuerpo humano, la cantidad de oxí­geno consumida y la de anhí­drido carbónico producida depende de las caracterí­sticas fí­sicas de cada individuo y de algunas condiciones del entorno. Por ejemplo, si se está sometido a un trabajo fí­sico pesado, a tensión o al frí­o, el consumo de oxí­geno y la producción de CO2, experimentan un aumento respecto a los valores habituales.

No obstante, todos los casos, después de un perí­odo de tiempo determinado en apnea, surge la llamada hambre de aire, es decir, una irrefrenable necesidad de respirar, que es el sistema de alarma que el propio organismo tiene para comunicar su necesidad de oxí­geno para continuar sus procesos metabólicos con normalidad. Generalmente, el hambre de aire se advierte como un creciente estado de disconfort, acompañado en escasos instantes de estí­mulos musculares en la zona del costado y del diafragma, las conocidas contracciones diafragmticas que son la señal de alarma que advierte que están a punto de superarse los lí­mites de la tolerancia fí­sica ante el estado de no recambio del aire en los pulmones.
Si la apnea se interrumpe, la sensación de opresión y los estí­mulos diafragmáticos desaparecen de inmediato y la respiración se recupera a un ritmo inicialmente más intenso de lo normal. Si, al contrario, se persevera en la apnea se producirá un colapso de las funciones biológicas y con ello se sufrirá una pérdida de conocimiento: el sí­ncope por apnea prolongada. Por tanto, no es difí­cil entender por qué no se debe exagerar la duración de las apneas.
Interrumpir la apnea cuando aparecen los estí­mulos diafragmáticos es una regla inaplazable para la seguridad de todo submarinista, porque cualquier acción que no sea la suspensión de la apnea puede tener consecuencias que pongan en peligro la vida del buceador.


Adaptaciones espontáneas del organismo
Cada vez que se introduce la cabeza bajo el agua y se inicia una apnea, el cuerpo humano reacciona ajustando sus pautas emtabólicas a la entrada en el medio subacuático. Son adaptaciones espontáneas que el submarinista, en general, no percibe. De entre ellas, se puede destacar la ralentización de la frecuencia de las contracciones cardí­acas (bradicardia), así­ como anomalí­as electrocardiográficas y de variaciones de la presión corporal, que experimenta primero un descenso y luego un aumento lento pero constante.

También se ha observado, en el curso de análisis médicos, una variación temporal del pH de la sangre, pero, si las condiciones fí­sicas de quien se sumerge son buenas, estas variaciones fisiológicas no han de ser motivo de preocupación, pues son respuestas adaptativas normales debidas al cambio de las condiciones fisico-ambientales. Una de las adaptaciones del cuerpo humano más interesantes, debida al aumento de la presión hidrostática, es el llamado fenómeno de la compensación espontánea por parte de la sangre (blood shift). A medida que se desciende bajo el agua, la sangre afluye en mayor cantidad a la circulación pulmonar (circulación menor) y este traslado de la sangre, más bundante cuanto mayor es la profundidad alcanzada, sirve para compensar la compresión de los pulmones y de la caja torácica. En definitiva, la sangre, que es un lí­quido (y por tanto es incompresible), va a irrigar de forma copiosa los pulmones para evitar su aplastamiento por parte de la presión hidrostática.


La compensación
Compensar significa restablecer el equilibrio entre la presión externa (ambiente) y la interna de la membrana timpánica (cavidad del oí­do medio). Sabemos que al movernos bajo el agua nos sometemos a la presión hidrostática que actúa en todas las partes de nuestro cuerpo y que dicha presión aumenta proporcionalmente a la profundidad. Como es lógico, la membrana timpánica no constituye una excepción. A medida que se desciende, la pared externa del tí­mpano experimenta una presión cada vez mayor, curvándolo hacia la cavidad del oí­do medio. Para evitar que el timpano sea finalmente desgarrado por la presión hidrostática, el ser humanotiene la capacidad de insuflar aire en el oí­do medio para compensar las diferencias de presión y volver a situar la membrana en condiciones de equilibrio. Esta maniobra recibe el nombre de compensación forzada.

La compensación es posible gracias a las trompas de Eustaquio, dos conductos (uno por cada oí­do) que comunican la cavidad del oí­do medio con la zona nasofarí­ngea y por tanto con el sistema respiratorio. Pero estas trompas, que tienen las paredes revestidas de mucosa similar a la nasal, no están normalmente abiertas al paso del aire, sino colapsadas. De ahí­ la necesidad de efectuar una maniobra para que el aire pueda pasar de los pulmones al oí­do. Los métodos más comunes de compensación forzada son tres:

-la deglución
-la maniobra de Valsalva
-el método Marcante-Odaglia

La simple deglución, la natural contracción de la garganta que se produce cada vez que se traga saliva o un bocado, provoca una compensación natural del oí­do sin necesidad de taparse la nariz. Sin embargo, muchas veces esta maniobra resulta poco eficaz, sobre todo para las personas que tienen trompas particularmente estrechas.

La maniobra tal vez más conocida toma su nombre del médico Antonio Marí­a Valsalva, quien a comienzos del S. XVIII inventó un método para tratar la otitis purulenta: perforaba el tí­mpano del paciente, le hací­a reclinar la cabeza hacia abajo y efectuar un gran esfuerzo respiratorio con nariz y boca muy apretados. Por reacción la materia malsana era xpulsada del oí­do. Perforación del tí­mpano aparte (lógicamente), el submarinista que compensa utilizando la maniobra llamada de Valsalva se tapa la nariz y, tratando de espirar con la boca cerrada, crea una sobrepresión intratorácica que se propaga a través de las trompas hasta el oí­do medio, compensando así­ la presión que ejerce el agua en la cara externa del tí­mpano. Aunque es muy fácil de realizar, esta maniobra suele ser desaconsejada por la mayorí­a de los médicos porque su efecto contrarresta la compensación espontánea de la sangre en la circulación menor, es decir, hacia los pulmones (blood shift). Como hemos visto en el apartado anterior, durante el descenso en profundidad la sangre, que es un tejido lí­quido y por tanto incomprimible, afluye a los pulmones para equilibrar el aumento de presión que se ejerce desde el exterior sobre la caja torácica. Así­ pues, provocar
artificialmente una sobrepresión pulmonar se opone al fenómeno de defensa natural puesto en práctica por el organismo. Ésta es la razón básica por la cuál la maniobra de Valsalva sea tan controvertida, sobre todo en los casos de apnea efectuada a gran profundidad.

A diferencia de la anterior, sin contraindicaciones y de óptima eficacia, es la maniobra de compensación inventada por el binomio Marcante-Odaglia, un método que todo el mundo deberí­a aprender bien. En este caso se trata de hacer presión con la lengua hacia atrás, en forma de pistón, contra el paladar blando, llenando la faringe y comprimiendo con la nariz tapada el aire de esa zona en el oí­do medio. Así­, resulta posible crear una presión de 2/10 de atmósfera sin utilizar el aire de los pulmones. Las ventajas de esta maniobra son numerosas: como he dicho se evita una alteración cardiocirculatoria, empleando además una parte reducida de los músculos; por otra parte, la ejecución es rápida y puede tener lugar con los pulmones semivací­os o incluso en condiciones de máxima espiración.


El sí­ncope por apnea prolongada
El sí­ncope por apnea prolongada es la causa de muerte más frecuente en los accidentes sufridos por submarinistas expertos. Como ya hemos visto, durante la apnea las células del organismo siguen produciendo anhí­drido carbónico (CO2) y consumiendo oxí­geno (O2). La sangre transporta el CO2 hacia los pulmones y aquí­, mediante los intercambios alveolares, la sangre deberí­a enriquecerse nuevamente en oxí­geno, pero éste disminuye por efecto de la interrupción de la respiración. El aumento del porcentaje de CO2 en los pulmones determina el hambre de aire que da origen casi siempre a los estí­mulos diafragmáticos: el diafragma comienza a contraerse tratando de volver a mezclar el aire contenido en los pulmones y de utilizar también el oxí­geno de las zonas respiratorias muertas como la tráquea. Si no se reanuda la respiración surge el sí­ncope. Un sí­ncope por apnea prolongada se manifiesta como una súbita pérdida de conocimiento con interrupción de la respiración y, en los casos más graves, suspensión cardiocirculatoria. Todo ello se debe al descenso del porcentaje (y por tanto de la presión parcial) del oxí­geno en la sangre arterial. En la fase inicial de un sí­ncope por apnea prolongada el centro bulbar de la espiración se bloquea, de forma que el individuo no espira mientras pierde el conocimiento. En efecto, la mandí­bula inferior permanece contraida contra la superior y los labios están apretados. Este estado es favorable a efectos de una recuperación y de inmediatas operaciones de reanimación del submarinista que ha sufrido el sí­ncope. Pero se tiene que hacer rápidamente porque las células cerebrales sólo pueden permanecer unos pocos minutos sin aprovisionamiento de oxí­geno. En efecto, cuatro o cinco minutos de anoxia pueden ocasionar daños irreversibles en las células nerviosas. Cuando las condiciones del submarinista no se ven complicadas por otros factores, tras una primera fase de bloqueo de los centros bulbares la respiración puede reanudarse de forma espontánea con actos arrí­tmicos y de elevada frecuencia. Ésta es la segunda fase del sí­ncope, la de la recuperación inconsciente. Es obvio que si el submarinista, en este momento, no se ha recuperado todaví­a, sufrirá un anegamiento de las ví­as respiratorias, que se hace completo con la aparición de la tercera y definitiva fase del sí­ncope: la del relajamiento muscular. Por estos motivos, resulta evidente que nunca se debe practicar la apnea en solitario, puesto que en la desgraciada eventualidad de sí­ncope la ayuda de un compañero debe llegar en escasos minutos.

El riesgo de sí­ncope en la apnea profunda
Hacer apnea en profundidad es diferente que sumergirse en pocos metros de agua, dado que cuando la presión hidrostática se hace relevante intervienen algunos factores que modifican la fisiologí­a del organismo humano. En efecto, cuando un submarinista se somete en apnea a una presión elevada (sinónimo de elevada profundidad) su tórax disminuye de volumen porque los pulmones están llenos en su mayor parte de aire, el cual, por su naturaleza de gas, es comprimible. Por ello, al disminuir el volumen aumenta la presión del aire dentro de los pulmones y por tanto la presión parcial del oxí­geno contenido en el aire de los pulmones. Esto significa (según la ley de Henry) que puede pasar a la sangre una cantidad mayor de oxí­geno y durante más tiempo respecto a la que pasarí­a estando en la superficie. Así­ pues, la duración de la apnea en profundidad aumenta por una mayor disponibilidad de oxí­geno utilizable. Sin embargo, hemos de rendir cuentas al subir a la superficie, cuando el tórax recupera el volumen original. En efecto, al aumentar el volumen pulmonar se produce una súbita caí­da de la presión del aire y por tanto de la presión parcial del oxí­geno que hay en los pulmones.

Ello hace que se pueda descender repentinamente por debajo del lí­mite mí­nimo de oxí­geno necesario para el funcionamiento regular del cuerpo humano. Se produce así­ el sí­ncope anóxico. Algunas veces el desequilibrio creado puede incluso invertir el curso del oxí­geno, que pasa de la sangre al aire alveolar y deja en situación de anoxia los tejidos nerviosos. En estos casos, el submarinista cae en sí­ncope al final de la apnea, en el momento en que se está acercando a la superficie para emerger. En ciertas ocasiones ha ocurrido incluso que el submarinista, después de haber prolongado excesivamente una apnea en profundidad, ha perdido el sentido precisamente al emerger con la cabeza ya fuera del agua, en el momento de espirar el aire que tení­a en los pulmones. Ello se debe a que la última caí­da de presión debida a la espiración ha acabado de romper el equilibrio fí­sico que ya habí­a llegado al punto crí­tico. En casos similares la intervención del compañero de inmersión es de vital importancia, porque el submarinista que ha perdido el sentido en la fase espiratoria tiende a hundirse y por tanto no tendrí­a posibilidades de salvación sin la ayuda de otro submarinista. Además de insistir en que quien practica la apnea nunca debe sumergirse solo, el razonamiento anterior sugiere no llevar demasiado lejos las apneas en profundidad, aunque se esté gozando de un tranquilo estado de bienestar fí­sico, puesto que se podrí­an superar los lí­mites sin darse cuenta. Además, a lo largo de toda la duración de una apnea, nunca hay que descargar aire, ni siquiera en los últimos metros del ascenso, porque la caí­da de la presión parcial del oxí­geno podrí­a procurarnos la pérdida del conocimiento. Recordemos además que el cansancio durante la apnea acelera el consumo del oxí­geno disponible y por tanto reduce la autonomí­a; lo mismo ocurre con el frí­o. Por último, la hiperventilación aumenta considerablemente el riesgo de sí­ncope como consecuencia de una apnea profunda, pero éste es el tema que analizamos de forma detallada en el siguiente apartado.

Los riesgos de la hiperventilación
La hiperventilación es bastante arriesgada y hoy en dí­a se desaconseja en la mayorí­a de los cursos de adiestramiento subacuático, o al menos se desaconseja prolongarla más allá de algunos actos respiratorios. Veamos en qué consiste.

Hiperventilarse significa respirar varias veces consecutivas a pulmones llenos, es decir, aumentar voluntariamente los litros de aire respirados en la unidad de tiempo. Recurren a ella a menudo tanto los principiantes como los expertos para mejorar sus prestaciones en apnea, pero es arriesgada porque puede llevar al sí­ncope anóxico sin que aparezca el hambre de aí­re y los estí­mulos diafragmáticos que constituyen nuestras señales de alarma. La hiperventilación enriquece la sangre en oxí­geno en una proporción mí­nima, pero baja considerablemente el í­ndice de CO2; por ello debe considerarse una descarbonización más que una oxigenación. Como la acumulación de CO2 es el resorte que hace saltar los estí­mulos para la respiración, hiperventilarse retrasa las contracciones diafragmáticas. En definitiva, se obtiene sólo un retraso en la aparición de los estí­mulos para respirar, pero no una verdadera prolongación de la apnea. Una recomendación que no hay que olvidar es, por tanto, la de no prolongar la hiperventilación durante más de 4 o 5 actos respiratorios. Existe el riesgo de caer en sí­ncope anóxico al final de la apnea sin ni siquiera darse cuenta. También se desaconsejan absolutamente las respiraciones forzadas contra resistencia, por ejemplo ventilarse de forma violenta a través de un tubo de pequeño diámetro, lo cual fuerza la afluencia de la sangre a los pulmones y expone al deportista a un edema pulmonar con riesgos graví­simos.

El sí­ncope por hidrocución
Por sí­ncope de hidrocución (o golpe de agua) se entiende la súbita pérdida de conocimiento como consecuencia del repentino impacto con el agua frí­a. Es el clásico sí­ncope por zambullida, no demasiado frecuente aunque temible porque suele provocar el paro cardí­aco y por tanto impone la realización del masaje cardí­aco para la reanimación. Se considera que el sí­ncope por hidrocución es una manifestación extrema del reflejo por inmersión, ese fenómeno que frena los latidos del corazón cada vez que se introduce la cabeza bajo el agua. Para no sufrir este peligroso tipo de sí­ncope es necesario evitar entrar en el agua de forma súbita, después de una exposición prolongada al sol, con digestión en curso o bien después de una intensa actividad fí­sica. Por el contrario, será conveniente mojarse progresivamente el cuerpo antes de sumergirse. Los individuos de edad avanzada y con tendencia a una frecuencia cardí­aca baja (vagotónicos) son las categorí­as con mayor riesgo de sufrir sí­ncopes por hidrocución.

La técnica de la inmersión en apnea
Como planteamiento general debemos tener en cuenta que un buen submarinista siempre debe economizar sus energí­as, sin cansarse nunca en exceso; ha de moverse de la forma más hidrodinámica posible con un ritmo de las aletas amplio y eficaz, con las piernas estiradas y sin doblar demasiado la rodilla. Un buen submarinista se desliza por el agua con natural elegancia, sin salpicar demasiado y controlando constantemente sus movimientos. Pero veamos qué se debe hacer para sumergirse en apnea. La voltereta, o golpe de riñon, es el movimiento con que el submarinista entra en el mundo sumergido; una vez acabada la voltereta, el tubo respirador ya no es de ninguna utilidad y por tanto es conveniente que el submarinista escupa el bocado. Retirar el bocado de la boca es útil porque:

- En caso de sí­ncope la boca permanece cerrada durante un tiempo y la ausencia de la boca del tubo elimina una posible ví­a de agua hacia los pulmones;
- Se evitan las molestas vibraciones del tubo;
- Se impide que el tubo respirador se atasque en las rocas y ensanche la máscara;
- No se desperdician energí­as para vaciarlo al emerger.

Apenas se ha terminado de efectuar el golpe de riñón y escupido la boquilla del tubo respirador es conveniente efectuar la maniobra de compensación para restablecer el equilibrio de presión en el tí­mpano. En el fondo, el submarinista se desplaza moviendo las aletas, pero también utilizando las manos para aprovechar asideros y apoyos. Se desaconseja fatigarse y esforzarse en trabajos pesados cuando se practica la apnea en el fondo, así­ como aventurarse en apnea en grutas y sinuosidades donde podrí­amos quedar atrapados o golpearnos la cabeza. Al aparecer la primera contracción diafragmática (o, para quien no las advierta, a la primera manifestación de hambre de aire, sollozo o deseo espasmódico de tragar) es necesario iniciar el ascenso sin dilación. Es absolutamente irracional pasar más tiempo en el fondo después de tales señales de alarma, pues se corre el riesgo de perder el conocimiento. Para ascender se mueven las aletas de forma amplia y regular, en los últimos metros para ahorrar oxí­geno es conveniente dejar de mover las aletas, aprovechando el impulso natural de flotación. Si hemos apurado la apnea, al ascender es conveniente recuperar el aire que hay en la máscara, inspirándolo por la nariz. No se debe nunca descargar aire durante la apnea ni en la fase de ascenso. Si se tiene la impresión de haber apurado la apnea, es conveniente desenganchar los lastres.

Una vez se ha emergido hay que dejar que la respiración vuelva a un ritmo normal antes de emprender otra apnea. Como regla general nunca se debe estar solo; si los submarinistas son dos, por turno, mientras uno está en apnea, el otro debe vigilarlo desde la superficie para estar dispuesto a intervenir en cualquier momento en ayuda de su compañero. Además, siempre es mejor disponer de una barca de apoyo si se está lejos de la orilla. Asimismo, es importante (además de estar prescrito por la ley) que la persona que está practicando la apnea se ate el cuerpo a una boya señalizadora que pueda permitir localizarlo y recuperarlo en caso de malestar. Si el cordel de la boya se enreda en el fondo el submarinista debe poder cortarlo al instante con un cuchillo afilado que siempre deberá llevar consigo. Como ya hemos dicho, se desaconseja hiperventilarse durante más de 4 o 5 actos respiratorios antes de emprender la apnea. Por último, es conveniente recordar también la importancia de protegerse adecuadamente del frí­o con un traje isotermo que permita una respiración natural sin oprimir garganta y tórax; también es aconsejable, en el caso de inmersiones en mares tropicales, protegerse con un traje ligero del contacto con animales urticantes y en especial del conocido y difundido coral de fuego.

Contraindicaciones para la práctica de la apnea
Ya hemos visto que para hacer apnea es necesario contar con una sana constitución fí­sica y que se recomienda someterse anualmente a un minucioso control médico; veamos ahora cuáles son las situaciones contraindicadas para la práctica de este deporte. Ante todo, hay que dejar a un lado los excesos de cualquier naturaleza: excesos alimentarios, de bebidas alcohólicas, de fatiga y de tensión. Ello no significa que el apneí­sta deba entrar en el agua con el estómago vací­o, al contrario, debe nutrirse, pero no de forma exagerada y a ser posible con alimentos energéticos y fáciles de digerir, respetando siempre la pausa de unas tres horas para la digestión. En la dieta del submarinista se aconseja la inclusión de miel, mermelada, azúcar y pan. Está absolutamente desaconsejado excederse en el consumo de bebidas alcohólicas antes de la inmersión, incluso la noche anterior. Igualmente contraindicado resulta apurar las apneas cuando se está cansado o bien cuando se sale de un perí­odo de particular tensión o se ha hecho uso de analgésicos, calmantes, somní­feros, excitantes o drogas. También el humo de cigarrillo está contraindicado para el apneí­sta. Si se desaconseja sumergirse cuando no se está en perfecta forma, serí­a de inconscientes introducirse en el agua con una enfermedad por enfriamiento en curso (o durante la convalecencia). En efecto, ello podrí­a provocar inmediatos daños en el oí­do e inflamaciones de las distintas mucosas, acompañadas de náuseas y mareos. Recuérdese por último que nunca hay que practicar la apnea después de una inmersión con botellas de aire comprimido.


Modalidades de buceo en apnea
El buceo en apnea en su vertiente competitiva admite las siguientes modalidades:

-"No limits": en esta modalidad, durante el descenso el buceador puede usar tanto lastre como quiera (generalmente en una plataforma de descenso), para el ascenso está permitido el uso de collarines inflables o globos elevadores.

-Peso variable: el buceador desciende con un lastre diferente del que emplea para el ascenso. El peso máximo permitido durante el descenso es de 30 kg, y el ascenso hay que realizarlo a golpe de aleta, no estando permitido el uso de globos elevadores.

-Peso constante: el buceador desciende con tanto lastre como quiera, pero el ascenso ha de realizarlo con ese mismo peso. No se permite el uso de plataformas de descenso ni de globos elevadores, el ascenso hay que realizarlo a golpe de aleta.

-Estático: consiste en aguantar la respiración el mayor tiempo posible.

-Dinámico: consiste en bucear en horizontal la mayor distancia posible.

fuente: lapescasubmarina.es
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JURELAS JIGS

Re: Nociones básicas sobre la apnea.-

Notapor FEDE » 25 Feb 2010, 20:21

Es un gran deporte -welcome a los que no lo conozcan
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FRANCISCO SANTAMARIA

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